Kings of the swing

Dos horas de ensayo en casa y cuatro horas en la escuela. Arden los pies que se mantienen en punta y el hormigueo se va extendiendo luego por todas las piernas. El cansancio sin embargo solamente se siente al parar, cuando el cuerpo vuelve a su temperatura normal. Mientras tanto todo arde, todo es calor. Nadie quiere parar. Suena Celia Cruz, Ray Barreto y Richie Ray. Después del timbal todos gritan en coro “¡Vayaaa!”

Alaya Girón Moreno tiene 17 años y ya no concibe la vida sin el baile. Sus tacones de punta han pisado varios escenarios: las tablas, el asfalto, la baldosa de las pistas, las tarimas grandes y pequeñas. Ha dedicado siete años a formarse porque como dice la canción del Gran Combo: “esto no es llegué y pegué, esto tiene sus añitos pa’ tocarse como es”. Primero entendió el ritmo, el compás de las danzas latinas, fue bailadora y después inició en el proceso infantil aprendiendo los pasos básicos de la salsa caleña. Los profesores fueron notando que tenía la fuerza para continuar. Y así fue. Recorrió por primera vez la calle quinta bailando y alegrando al público a los 12 años, cuando participó del salsódromo en la Feria de Cali. Con esta experiencia inició su carrera como bailarina profesional.

A la academia Kings of the swing llegó por su mamá, quien quería que desarrollara disciplina y perseverancia. Pero Alaya, después de tantos días bailando, ha logrado mucho más gracias a su academia. Ahora dice que como persona lo que la representa es la expresión, la danza. Sabe que sus días los quiere pasar más con amor que con obligaciones por cumplir, porque los ensayos para ella significan la mayor de las alegrías. La motivación se renueva cuando nota los resultados, cuando la gente la aplaude y sus padres se enorgullecen. Ni siquiera se trata de la competencia. Le gusta lo que genera cuando hace una mueca al público, cuando mueve la cadera y hace un punta-talón. O hace varios, que ni se pueden contar; rápidos, seguros, seguidos. También se sorprende con la adrenalina que ella misma fabrica en su cuerpo cuando gira como un trompo por todo el escenario.

Kings of the swing, o Los reyes del ritmo, lleva más de doce años educando a niños y jóvenes de la comuna 14. Enfrenta el reto de reactivarse después de la quietud vivida durante los meses de confinamiento por la Covid-19. El reto que se suma a las circunstancias de antes. Inspirar a los niños, sacarlos de la rutina y al mismo tiempo hacerlos entender que hay un esfuerzo enorme en cada paso hasta conseguir una meta. Quienes instruyen el grupo infantil y juvenil, la sub-base y la base que se presenta en escenarios más grandes, han visto los cambios de actitud en cada bailarín y bailarina, como grandes dosis inyectadas por el arte. El tejido que se forma como grupo y la tolerancia entre ellos supera el ambiente hostil alrededor. Ese es el motor principal de la academia.

Los artistas y profesores que sostienen Kings of the swing quieren que los bailarines recuperen el estado físico y la expresividad, aptitudes que se atrofiaron un poco con la incertidumbre y el encierro de meses. También recuerdan con nostalgia los años dorados de la academia. Aunque no se trata de ese tipo de nostalgia que detiene o aprisiona. Al contrario es una que inspira, que viene con la certeza de que ya lograron algo grande antes y que seguro pueden sobrepasar ahora. De esto da cuenta Carlos García, de 27 años, quien perteneció a la academia primero como estudiante, luego como bailarín y ahora como formador.

Carlos cuenta que hace diez años la escuela de baile era cuna de bailarines y bailarinas que daban la talla en competencias de todos los rangos. Cuando por los parlantes se escuchaba el nombre de Kings of the swing los demás participantes sabían qué representaba. La calidad humana de quienes estaban detrás del escenario, que eran fundamentales para sostener también el sitio de ensayo, brillaba tanto como los chicos y sus trajes fluorescentes. La suma de todas esas pasiones luego se vio reflejada en premios, presentaciones y aplausos. Después de la cosecha de experiencias, los artistas de esa generación viajaron a otros lugares, fueron a escuelas más grandes como instructores, o incluso fundaron nuevas escuelas.

Esta nueva generación que se está formando hoy, resurge después de una época de crisis como la que se vivió en el 2020. Todos sabiendo que se puede atravesar la dificultad y seguir bailando, llenos de sí mismos. Desde la dirección de este proyecto artístico aceptan que siempre viene bien algo de recursos y apoyo, porque se han visto poco. Sin embargo, el trabajo no se detiene. Juntos superan la muerte de uno de los maestros y coreógrafos más queridos, se sostienen, celebran los cumpleaños de cada uno, se preparan para animar los grandes eventos de la ciudad.

Hasta el momento han participado en el Festival Mundial de la Salsa en la Categoría de parejas, el Mundialito (en donde concursaron los niños) y también en distintos eventos de la comuna. Sigue creciendo el grupo de los más pequeños y pequeñas. Y con ellos la esperanza de repicar más fuerte y gritar más alto “¡Báilalooo!”

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