MC Beto

En el antebrazo izquierdo tiene tatuado “MC Beto”, escrito con letra pegada. Desde los 10 años empezó a escribir por un pulso creativo que su timidez a veces lo obligaba a contener. Sus ojos todavía revelan algo de esa timidez, pero escucharlo rapear es otra cosa. Es saber dónde habita su fuerza. Alberto Vidal es su nombre de pila; el nombre por el que menos lo conocen.

Beto vive muy cerca de la Biblioteca Pública de los Naranjos II. En el segundo piso de la casa vive su mamá y más arriba él construyó un apartamento y una pequeña oficina que también es su estudio y su sala de videojuegos. Su recinto artístico. En una esquina tiene la guitarra y en la otra un gran mueble negro donde recibe las visitas y a sus pares creativos. De una de las paredes cuelga un televisor para reproducir la música nueva que encuentra. Siempre nueva, porque le gusta mantener su mente como un terreno fecundo e ingenioso. Que su estilo sea maleable y se deje influenciar por todo.


Una gran ventana ilumina el lugar y deja ver algunos de los premios que ha ganado hasta el momento: Concurso musical Metrópolis, Concurso La 72, Lírica de Titanes, Torneo Artístico del Distrito 2019. Beto, hoy con 27 años, además de músico, es educador. Sobre su escritorio tiene un libro a la mano: “¡Crear o morir!: La esperanza de Latinoamérica y las cinco claves de la innovación”. Ahí mismo tiene un computador de mesa en el que dedica los tiempos libres a subir de niveles en los videojuegos. Dice que con ellos ejercita la atención, la memoria, los idiomas y el trabajo en equipo. Varios lo han dicho ya: los juegos son como la vida misma. La que aún sin instrucciones ni atajos, se deja andar. Retarse en el camino.

MC Beto es la huella que él va dejando. Un proyecto musical propio, construido a fuerza de constancia. Cuando Alberto llegó de Bogotá a los trece años, escuchaba Tres coronas y Flaco flow & melanina. Con un micrófono incorporado a los audífonos, grabó el primer sencillo junto a un amigo en un estudio casero. Más tarde, en 2013, empezó a ser parte del Colectivo “Desmovilizando Calles” donde lo apoyaron para que se presentara en distintas plazas como La 72, conocida en el Oriente de Cali por sus batallas de FreeStyle. Mientras tanto, él componía letras que narraban el barrio y sus problemas, se subía a cantar a los buses del MIO hasta conseguir lo suficiente para un nuevo micrófono condensador.

No es extraño que luego aparecieran las personas. En el proyecto lo acompaña Nailú, una mujer negra de voz alucinógena. Ella es cantante de góspel, un estilo de alabanza propio de las comunidades negras de Estados Unidos; una variación del Rock and roll y el soul que ella incorpora a la rítmica urbana de Beto. Holly Rodríguez por su parte, es violinista y artista urbano también del distrito. Con ambos aliados ha grabado en estudios profesionales, con la apuesta de experimentar e innovar en el género del rap. Desde entonces han sido varias las colaboraciones nacionales e internacionales. La más reciente es “In the space” en la que participó Space Lord, un beatmaker estadounidense que apoyó la producción e instrumentalización del álbum.

Durante la época más fuerte del confinamiento por la covid-19, Beto volcó su atención a terminar un sueño que había postergado. Meses antes había escrito 3 canciones contando una historia personal. Tomó la letra de cada canción, que era continuación de la otra, y continuó la escritura. De la introspección de semanas nació “Historias Nocturnas”. Un libro de narraciones dirigido a primeros lectores, con el que Beto también recorrió parte de Colombia en su lanzamiento. Donde le encargaran el texto -así fuera a muchos kilómetros de distancia- él llegaba montado en su moto Royal Enfield. Movido por las cuestiones de la felicidad. Así empezó la vuelta por Latinoamérica, otro proyecto que espera continuar este año.

Beto luce una gorra de “Desmovilizando Calles” como si se tratara de un símbolo protector. En esta organización, que antes se llamaba “Dios Ante Todo”, él ha trabajado como educador en habilidades socioemocionales. Como músico las invitaciones van aumentando: radios, colegios, concursos, otras ciudades… A la par ha cualificado más sus herramientas. Estudió música en el SENA y realizó un diplomado en emprendimiento artístico con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Cali. A propósito de la difusión y promoción de espacios para el rap en la ciudad, en sus redes sociales dice que “necesitamos más oyentes para la música local, más conciertos locales a tope, más apoyo y menos rosca, más disposición”.

Por donde va suenan sus canciones. El carro. La casa. Las redes. El deleite de hacer música se acopla con el de ver cómo la misma música transforma los espacios del barrio. Y de la ciudad toda. El rap, la voz eterna de las calles, estuvo presente en cada esquina del barrio durante el Paro Nacional en 2021. Ese mismo espíritu -cuenta Beto- lleva a los pelaos a vender sus armas para invertir en proyectos musicales. El espíritu gigante de la creación, que lo toca a él también cada tanto.

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